Dicen que Harry Stephen Keeler inventó el “zany”, algo así como la farsa-intriga de gran complicación, aunque todas sus novelas, que en realidad constituyen un género único, se publicaron como novelas de misterio. El propio Keeler prefería hablar de “webwork novel”, historias en las que personajes y situaciones están conectados por una cadena ininterrumpida de increíbles coincidencias. O sea que el novelista de Chicago, en vez de evitar coincidencias para dar mayor realismo a sus obras, lo que hacía era cada pocas páginas dar un giro increíble a la trama a través de alguna nueva coincidencia surgida de su portentosa imaginación.
En “La cara del hombre de Saturno”, el joven Jimmie Ketland, redactor del periódico Sun, de Chicago, recibe una misteriosa nota en la que le informan de una posible gran exclusiva si se persona esa noche en Crilly Court 1710. Sin pensárselo dos veces, se presenta allí y descubre que en la dirección especificada hay una tienda de Antigüedades. Al entrar en ella, descubre al dueño muerto con una lanza clavada en el pecho. Antes, durante el camino, el taxi en el que Ketland se dirigía hasta allí había atropellado a una joven. Estos dos hechos son sólo el principio de una alucinante montaña rusa en la que se verá sumergido el protagonista a lo largo de la novela.
Los hechos no pararán a partir de ese momento de sucederse de una forma trepidante envolviéndole en una complicada trama de traición y espionaje enrevesada e hipnótica, con decenas de caminos que se abren y cierran alocadamente. Asesinatos, chantajes, planos secretos, traiciones, traficantes, un despido incomprensible, un extraño cuadro recortado. Todo vale en el universo de Harry Stephen Keeler. ¿Cómo ocurrió que se saliera una piedra de un engarce firme, justamente en el lugar del crimen? ¿Quién era el doctor Steven Watling, cuyo nombre figuraba en un trozo de papel que se encontraba en el bolso de la joven atropellada? ¿Por qué había mentido el director del periódico diciendo que salía de viaje y por qué, además, salía de la casa de Watling a las cuatro de la madrugada? ¿Quién había enviado el aviso al Sun? ¿Quien era el tal Ricardin cuyo nombre aparecía en una pulsera de oro? ¿Qué había en la cara recortada del extrañísimo cuadro que representaba al hombre de Saturno? Keeler en estado puro, o sea.. Eso sin olvidar la inclusión de un peculiar e interesantísimo relato independiente con el título de “La extraña historia del dólar de John Jones”. Pues eso, novela trepidante en la línea de su autor con sus peculiares argumentos en forma de tela de araña y los giros en la trama continuos. Eso sin olvidar la sorpresa final en la última página marca de la casa.