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Roberto Carbajal

La aventura humana

Distonía judicial

Atribuyen al filonazi estadounidense Henry Ford el aserto de que si la gente supiese cómo funcionan los bancos se produciría una auténtica revolución. No se sabe si esta sentencia es cierta o no, pero este antisemita fabricante de automóviles no iba muy descaminado en cuanto al fondo. Para los amantes de las teorías conspirativas, lo ocurrido hace unos días en el Tribunal Supremo da alas en su reafirmación de que los bancos lo gobiernan todo. Puede que haya algo de cierto, habida cuenta de que el Sistema funciona gracias a estas entidades y nadie está a salvo de su arrogancia monetaria.

La Sala Tercera del mencionado tribunal falló a favor de unos demandantes madrileños en el sentido de que los actos jurídicos documentados que se llevan a cabo cuando se suscribe una hipoteca debían recaer en las entidades bancarias y no en los clientes. Se formó una tormenta superior a la de la gota fría que afectó a la zona levantina española. Los bancos se desplomaron en la Bolsa y se despertaron todas las alarmas. Alguien descolgó el teléfono y el Supremo se avino a revisar la sentencia, que sentaba jurisprudencia. Decidieron paralizar la aplicación del fallo y convocar un pleno en el que los treinta y un miembros del alto tribunal se reunirán para dilucidar cómo se sale del embrollo. Se ha generado un caos extraordinario. Se han paralizado juicios y concesión de nuevas hipotecas, todo justificado por la supuesta enorme alarma social económica.

Es una prueba de fuego. El crédito del Supremo ha caído en picado, por una decisión insólita. Pero lo más grave gira en torno a la credibilidad de la justicia en su conjunto, uno de los pilares de la democracia. La gente puede dejar de creer en su independencia, cuando en el caso que nos ocupa ha sido estrictamente una metedura de pata de un magistrado, Luis María Díez Picazo, que tomó una decisión cuanto menos atolondrada, alentado por vaya usted a saber quién. El cabrón de Henry Ford no tenía razón. La gente sabe cómo funcionan los bancos. Lo que sucede es que nos hemos acostumbrado a su deslumbrante influjo.

Publicado en El Norte Castilla el 24 de octubre de 2018

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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