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Roberto Carbajal

La aventura humana

Al fin

Pedro Sánchez ha decidido poner punto final a una de las situaciones más bochornosas de nuestra historia reciente. El presidente socialista y su Gobierno van a comenzar los trámites para entregar los despojos de Francisco Franco a su familia. Los parientes del sátrapa podrán así enterrar a nuestro querido dictador donde les venga en gana. Algo que no pueden hacer los miles de familias que perdieron a sus allegados durante la contienda civil y la postguerra y que permanecen vergonzosamente sepultados en las cunetas de toda España. La lápida que cubría a este santo varón en el Valle de los Caídos se levantará y la pestilencia histórica de la exhumación salpicará cada rincón de la basílica. Hay quien prefiere no remover el pasado, pero el pasado siempre llama a la puerta, como el cartero con una carta certificada. Felipe González no tuvo tanto arrojo y, claro, menos aún los gobiernos de José María Aznar. Las leyes se aprueban para ser cumplidas y el presidente Sánchez revitalizará la Ley de la Memoria Histórica excavando en las cunetas para satisfacer a las familias que llevan años clamando por recuperar a sus seres queridos. Puede que no sea la mejor imagen para la España actual comenzar a apilar la osamenta de los represaliados durante y después de nuestra guerra, pero no hay otra opción.

Finalizada la II Guerra Mundial los soviéticos se llevaron lo que quedaba del cadáver de Adolf Hitler tras su suicidio y la posterior incineración chapucera. En Alemania nadie comprendería que el genocida hubiese sido enterrado en el interior de un monumento, salvo sus fieles. Tampoco existe ninguna calle con los nombres de los nazis, mientras que nuestro país está trufado de placas que emponzoñan los espacios públicos con los apellidos de miembros del régimen franquista. De lo que no hay duda es de que mirar hacia otro lado constituye una actitud que solo hace que aparcar el deber y la justicia. España tiene que abrir las ventanas y dejar que entre una bocanada de aire fresco. Entregar a los parientes de Franco sus huesos es solamente el primer paso.

Publicado en El Norte de Castilla el 20 de junio de 2018

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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