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Roberto Carbajal

La aventura humana

La nueva vieja China

Hay que reconocer que los chinos son pragmáticos. Lo resume el aforismo que aquilató en un discurso el antiguo líder del partido comunista Deng Xiaoping: Gato negro, gato blanco; lo importante es que cace ratones. Aplicado a la realidad que vive el país asiático, se constata que sin democracia se puede generar riqueza y modernidad. Hoy constituye una potencia económica de primer orden y en menos de un decenio se convertirá en la primera economía del mundo. La gran fábrica del planeta ha mostrado su determinación para que lo anterior se consolide. Es la eterna lucha de las potencias a lo largo de la historia de la humanidad adaptada a nuestros días. La dictadura férrea de aquel país no impide la prosperidad, a la luz de los hechos. En un momento en el que las democracias occidentales se tambalean al calor del populismo, China ha lanzado el mensaje de que una nación, dos sistemas, se revela rentable. Esto no quiere decir que el modelo pueda propagarse al resto de las naciones, pero conviene estar atentos y pergeñar mecanismos de contención para no sembrar de autoritarismo el suelo político.

Hace unos días el partido único chino celebró un congreso histórico. Se votó que el actual presidente, Xi Jinping, se eternice en el cargo. El resultado convierte al líder asiático en una versión actualizada de Mao Tse-Tung, el gran referente del totalitarismo continental. En China no se va a reeditar la célebre Revolución Cultural auspiciada por Mao. No es necesario. Es evidente que esa revolución se ha producido osmóticamente durante las últimas décadas, en las que se quedó obsoleto el temor trillado que venía a decir que “cuando China despierte…”. Mientras en otras latitudes se bosteza, nuestros amigos de la otra punta del planeta llevan despiertos unos cuantos años y han desestabilizado nuestras economías, con un modo productivo que ha encontrado encaje en los precios bajos acogidos en los brazos de la codicia. Sí, China ha despertado, la democracia se arrincona. No vean cómo caza el gato bicolor en un país de mil quinientos millones de ratones.

Publicado en El Norte de Castilla el 14 de marzo de 2018

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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