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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

Corredor de pueblos, pasillo de culturas, ruta de pateras

Pedro Carasa

Mover y mezclar personas, razas, pueblos y culturas ha sido necesario en la historia para sobrevivir con los recursos naturales y climas hostiles. Muchos espacios se enriquecieron con pasillos de culturas y transmitieron un rico legado lingüístico, religioso y social a su posteridad. Esta movilidad también sucedió en nuestro espacio peninsular, con más intensidad en el tiempo prehistórico que en los últimos diez milenios. Las civilizaciones históricas quebraron luego esta herencia con fronteras, exclusiones y guerras generadas sobre todo por los poderes monoteístas, nacionalistas y coloniales.

Desde hace dos millones y medio de años, la humanidad viene creando corredores de pueblos y mezclando formas de vida. Así el paleolítico fue el primer y más largo proceso de movimientos del hombre. Hace 1.800.000 años se dio el salto de África a Medio Oriente, hace un millón de años llegó a Europa, hace 900.000 a Atapuerca y hace 50.000 a América. Cuando el Holoceno (10.000 años) estabilizó el clima, la invención agrícola del neolítico sedentarizó a depredadores y pastores. De esta forma, durante más del 99% del tiempo de formación de la especie humana, el hombre vivió en un constante ir y venir para sobrevivir a los cambios climáticos y progresar.

Las migraciones fueron alentadas por las culturas religiosas: La expulsión de Adán por el creador, la tradición judía del éxodo, la tierra prometida, el paso del Mar Rojo, la confusión lingüística de Babel, la huida a Egipto y la hégira de Mahoma de La Meca a Medina. En la antigüedad y el medievo los poderes religiosos, militares y políticos levantaron fronteras e imperios y cerraron las ciudades con murallas. La expansión musulmana abarcó tres continentes y provocó cruzadas, invasiones y reconquistas cristianas.

En las edades moderna y contemporánea dominaron las guerras de religión y los excluyentes mitos nacionalistas, que se envolvieron en banderas xenófobas para aislar a sus enemigos. América entera fue conquistada por europeos y poblada por asiáticos migrantes. El hombre usó la movilidad para ocupar continentes, explorar espacios y explotarlos colonialmente. La historia refleja desde entonces constantes movimientos de cismas eclesiásticos, guerras nacionales y levantamientos de emancipación.

Los exterminios nazi, fascista y soviético aumentaron los conflictos y movimientos raciales, religiosos y políticos. La pobreza del tercer mundo, la explotación racial en África, la repulsa de gitanos y de etnias americanas forzaron amplias migraciones. Las dos guerras mundiales desplazaron y persiguieron a media Europa. La mitad de los migrantes mediterráneos de hoy son refugiados por los conflictos y persecuciones del Medio Oriente y de África, y la otra mitad es expulsada de los países pobres ante la indiferencia de Occidente. Ahora estos movimientos de población se mezclan igualmente con el integrismo fanático, el yihadismo islamista y el terrorismo religioso.

También la península Ibérica fue un corredor de más de cien pueblos en los últimos tres mil años. Por el Mediterráneo y los Pirineos entraron muchas razas, culturas, religiones y lenguas que perviven en el substrato de nuestro diccionario y nuestro pensamiento. Estamos hechos de cien culturas: Celta, ibera, tartesa, fenicia, griega, cartaginesa, romana (que sometió aquí a más de 90 pueblos), visigoda, musulmana y judía. Nos enriquecimos luego con la entrada cultural del Camino de Santiago. Al final, este mosaico fue reconquistado y absorbido por el monoteísmo cristiano, que unificó la religión expulsando a judíos y moriscos.

A partir de este momento, España apenas recibió inmigración. Pero desde 1985 llegaron razas, lenguas y religiones africanas, del este europeo o iberoamericanas. Al tiempo se incrementó la entrada del turismo que cambió la cultura española. Crecieron tanto las llegadas a España que en 2007 era el segundo país del mundo en inmigrantes y turistas.

Pero también fueron expulsados muchos peninsulares al exterior. Conquistadores e indianos hasta el siglo XIX salieron a colonizar América. Muchos campesinos marcharon a Europa a duros trabajos agrarios en la migración golondrina. La guerra civil exilió a más de medio millón. Desde 1960 el éxodo rural expulsó a otros dos millones de campesinos a las ciudades industriales. Dos millones de españoles más partieron a Europa, donde fueron discriminados como franquistas y atrasados.

Nacionalistas y ultraderechistas están creando el discurso racista, supremacista y xenófobo de que la inmigración es una catástrofe que rompe la economía, el mercado laboral, degrada la cultura y extiende el delito. Pero los historiadores creemos que no es cierto, que sin los migrantes no habríamos avanzado, que han contribuido a mejorar la economía, la diversidad social y cultural. Regeneran la natalidad, rejuvenecen la población, nutren el mercado laboral y aportan productividad. Los emigrantes enviaron remesas y los turistas aportaron el 10% del PIB.

La historia nos dice que somos plurales y de ricas raíces, pero que el fanatismo religioso, identitario e ideológico nos hizo belicosos, intolerantes y excluyentes. Ante la pasividad del primer mundo occidental y la fractura europea, la interpretación de las identidades excluyentes, de los radicalismos políticos, de los proteccionismos económicos y de las mafias explotadoras, inventan fantasmas de miedos, peligros y culpas, y tratan de hacernos ver como trágica y despreciable la espléndida riqueza cultural y social de pueblos y culturas que nos regaló la historia.

Publicado en El Norte de Castilla del sábado 12 de enero de 2019

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Viva la Pepa

Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.