Aunque a la curia y a cierta feligresía no les guste, es evidente que la Semana Santa es más un acto social que religioso. Los españolitos nos damos a la vacación, sin que pese mucho en nuestro ánimo la vivencia católica de cumplir con los ritos y normas de la Iglesia, más allá de ser respetuosos en las procesiones y acatar, algunos, no comer carne los viernes de Cuaresma.
Además de que socialmente se haya convertido, ya hace años, en el descanso y en la fiesta de primavera, el ciclo es también una buena oportunidad económica. Hostelería, transporte y ocio abren la puerta a la contratación –temporal, pero bendito empleo al fin y al cabo– y sobre todo los jóvenes alivian el infortunio del paro, que tanto lastra los bolsillos de las familias y las cabezas de quienes lo sufren.
Segovia, en esta ventana abierta de manera eventual al empleo, se asoma con fuerza y es la provincia de la comunidad donde más va a crecer la contratación temporal con respecto a la Semana Santa anterior. Es un espaldarazo más que ratifica que aquí tiran más dos cochinillos que dos carretas y un Acueducto, un Alcázar y el paraíso natural que es la provincia que todo el sentimiento religioso que cada uno tenga.
Con estos mimbres y en esta época jugamos con ventaja respecto a destinos de playa, esos que muchos dejamos para el verano. La previsión económica es pues magnífica, pero recuerden que hasta que no pasa el último capuchón no termina la procesión.