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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Por un Acueducto mejor

canaleja

Miren que hay cosas segovianas, expresiones o costumbres, pero ninguna es tan propia como lo de quedar en el Acueducto. Se puede oir un alto y claro ‘buenomajo’ o la explicación de ‘a la que voy’ o incluso llevar una rebequita bajo el brazo en los días de canícula «por si refresca», aunque probablemente nada tan típico como lo de citarnos a los pies del monumento romano ya sea para ir a pie o para que nos recojan en un vehículo.
Pues la costumbre de esperar a la sombra de los sillares o refugiados de la lluvia bajo los arcos para montarnos en un coche tiene los días contados. El Ayuntamiento avanza en su ánimo de apartar el tráfico lo máximo posible y dentro de los parámetros económicos que la caja común le permita. Y realiza pruebas para darle un cariñito más a la mole de piedra de la que vive esta ciudad. El horizonte parece antes de final de año aunque con las cosas de palacio siempre es complicado aventurar un plazo.
La idea, por si lo desconocen, consiste en ganar espacio peatonal en la plaza Oriental y suprimir la isleta pequeña en la que hay una farola, para facilitar el tráfico. Unos metros valiosos para poder observar el Acueducto con más perspectiva y menos peligro que ahora porque es fácil ver turistas orientales adentrándose en la calzada para tomar la enésima fotografía. Y no estamos para perder visitantes, claro.
Creo, que como hace un cuarto de siglo, con el histórico corte del tráfico que discurría entre los arcos del monumento, existe una unanimidad técnica –siempre habrá alguien que discrepe– entre la ciudadanía, que es flexible con casi todo menos con la conservación del Acueducto. Sensibles como somos a todo lo que le ocurra, su protección es un asunto capital al que nadie escapa. Es nuestro vecino más ilustre, con permiso del Alcázar y de la Dama de las Catedrales, y bien merece que seamos amable con él.
El proyecto es modesto y es ahí en lo que muchos no estamos de acuerdo. La falta de recursos para la obra indigna al más tranquilo y si es Patrimonio de la Humanidad deberían contribuir todos y no solo quienes habitamos la ciudad. Que para retratarse entre sus piedras hay queretratarse en los bolsillos. Queremos comer jamón ibérico al precio de mortadela y, en este caso, gratis.
Que fluyera el dinero por el canal del Acueducto sería lo correcto, eso que tanto le gusta hacer a todo el mundo pero de palabra. Hay que mojarse y no sé si con una tasa al turista o una proclamación de independencia segoviana, que igual de esa manera nos hacen caso. Con un euro de cada españolito en edad de merecer nos apañábamos, aunque me temo que como a la Lola la propuesta no servirá. Esta es una tierra olvidada, con el estigma de no tener un idioma que no sea el pobre castellano y de haber sido unos notorios imperialistas.
Pero soñar es gratis, como les decía que lo es ver el Acueducto. Y yo lo hago con una gran plaza ajardinada a los pies del monumento, donde los niños paseen con sus tablet, se sienten en un banco y de vez en cuando levanten la cabeza del artilugio y contemplen esa cosa de los locos romanos. Sueño con un Acueducto mejor, aunque me temo que en este país de cafres hay otras prioridades.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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