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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Debate de ideas

A Felipe González le brotan las palabras con holgura. Con su tono de voz tan reconocible continúa siendo el encantador de serpientes de los inciertos setenta, locos ochenta y cambiantes noventa, en los que se ganó ese título de sus adversarios políticos. «A mi edad –75 años– ya no voy a hacer demagogia», confesó el otro día en Segovia, en una visita a la ciudad después de casi cuatro decenios sin pasar y pisar estas calles. La última había sido en un mitin al estilo de la época hace cuarenta años, cifra de tiempo que nos acompaña mucho en nuestra Historia reciente.
Felipe, como les decía, sigue en forma. Hora y media de charla en San Quirce y sin papeles. Habló de Europa, que era a lo que había venido pero el público, que abarrotó la coqueta sala, esperaba con fruición que bajara al asunto doméstico, al de su partido, donde vuelan los cuchillos y que se encuentra en una encrucijada comparable a la que vivió con él de protagonista cuando impulsó la supresión del apellido marxista que tanto asustaba en la España de entonces y aún en la de ahora.
Y no decepcionó a la concurrencia. Aunque dejó claro que no quería – y no debía– interferir en el tortuoso proceso de primarias que les ocupa, sí lanzó con ironía un reproche que puede servir para sus compañeros y para muchos otros. Habló Felipe de que cuando alguien dice en su partido que hay que hacer un debate de ideas, siempre responde «pon tú la primera sobre la mesa». Y ahí el interlocutor, el que sea de las familias tan escasamente avenidas del socialismo, suele irse por los cerros de Úbeda, por la sierra de Guadarrama o por los montes vascos, dependiendo del origen del general en esta guerra sin cuartel.
Pero todos, absolutamente todos, rehuyen la propuesta de ideas. «Debatir es importante y descalificar, peligroso», espetó a una audiencia de mayoría de veteranos socialistas, amén de quienes gustan de escuchar a quien tiene algo que decir, como era el caso. Felipe fue más allá en su crítica sutil a quienes viven de esto de la política y que poco o nada hacen por entrar a discutir y proponer en los asuntos polémicos. «Se ponen la coraza de la ideología para ocultar la falta de ideas que hay detrás», sentenció. Y dio ejemplos de esa falta de osadía, porque «hay que atreverse a hablar» de vincular la retribución a la productividad o de la destrucción de empleo por la robotización, una amenaza más que cierta.
A Felipe, por edad, dignidad y goberno, que hubiera dicho mi padre, le sobran galones y años de servicio para hablar de lo que quiera, cuando y como quiera. Así lo hizo en la Segovia que apenas conoce y a pesar de que una docena de chavales quisieron recordarle el origen de su partido y los errores cometidos. «Son nuestros amigos», dijo al oir sus gritos a la puerta de la sala durante la conferencia e hizo ademán de acercarse a ellos a la salida, aunque desistió y se despidió con un gesto con la mano que indicaba que era imposible debatir con quien insulta. «Vaya cochazo que tienes, eh», le lanzó uno de los jóvenes. Un argumento de peso para comenzar ese debate de ideas del que huimos siempre y hoy más que nunca.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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