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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

La luz que nos guía

Son tres centenares y medio, divididos en seis grupos más un cajón de sastre llamado mixto. Es el Congreso de los Diputados, ese que legisla nuestras entretelas. Cada uno de su padre y de su madre, pero bien juntitos en manada y sin desmandarse cuando se trata de lo suyo. Que ya decía mi abuela que tanta discusión entre los españolitos para que luego Fraga y Carrillo se fueran a tomar un café y se abrazaran como si tal cosa, eso sí después de tirarse los trastros a la cabeza. Son unos cuantos allí y otros miles en parlamentos, diputaciones o municipios para completar una nómina  tan larga de políticos que nos convierte en el asombro mundial.
Sin embargo, y a pesar de sus diferencias, al final, como les digo, tenemos la sensación de que son iguales y más que iguales. Lo han desmostrado sus señorías en el debate presupuestario del Estado en el que ideas las justas para pasar la tarde y continuidad toda la del mundo para volver a hacer más o menos las mismas cuentas. Y en medio algún anuncio de aquellos que compramos los medios para tranquilidad y estabilidad de todos, como el decreto, aún borrador, para combatir eso que de forma cursi se llama pobreza energética, que no es otra cosa que no tener ni cinco –Ferrusola dixit– para pagar la luz.
La factura, uno de los clásicos dolores de cabeza de las familias desde que Edison inventó la cosa, ha llegado a tal extremo que supone un porcentaje elevado de la renta disponible de un ciudadano medio, sea casado, soltero, con hijos, sin ellos o con la suegra apalancada en el sofá. En esa preocupación no hay distinción, todos somos iguales ante la ley de las eléctricas. Y quien gobierna, visto que el asunto vende mal, se inventa –o, al menos, así lo pregona– descuentos para los menesterosos que palíen el drama de encender un interruptor.
No contentos con la limosna que destinan a los que llaman en otra cursilada hogares vulnerables o a las olvidadas familias numerosas y a los pensionistas, nos hacen ver que son las compañías y no ellos, nuestros líderes, quienes tienen la responsabilidad del precio desorbitado de la factura. Sin embargo, uno la analiza y ve a su término un amigo al que todos apreciamos, por célebre y reputado: el IVA. Y además a tope, al 21%, lo que provoca un subidón en el recibo que ni los focos de una catedral.
Y sugiero, con toda la humildad ante los padres de la patria, que si ese impuesto tuviera el tipo de otros productos de primera necesidad –la luz lo es, también– y no el de los artículos de lujo, es probable que el precio de la factura se redujera. Y así la dolorosa lo sería pero con árnica y la pobreza energética afectaría a menos paisanos.
Pero mucho me temo que sus señorías, esa luz que nos guía, no están por la labor. Enfrascados en medir quien la tiene más grande la lista de casos de corrupción, se olvidan de que gobernar es conducir a la colectividad por un camino razonable. Son multitud los llamados a la política y pocos los elegidos por el ingenio. Y cuando vean la factura acuérdense y observen que el que brilla con luz fulgente es el impuesto que ellos tienen en su mano rebajar, pero no lo hacen.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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