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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Cuando llega lo inesperado

Hay cosas complicadas de encontrar, como también existen situaciones difíciles de ocurrir. Pero aún así, se hallan o suceden. Es aquel trebol de cuatro hojas que con tanto afán buscaban en los viejos tebeos los personajes que nos acompañaron en la infancia. A veces, solo a veces, daban con él y llevaban a la historieta a un final feliz, a ese en el que Carpanta se comía un pollo asado o Zipi y Zape no terminaban castigados de rodillas con los brazos en cruz y un libro en cada una de las palmas de sus manos.
Coger un trebol así continúa siendo una quimera, aunque como autores de nuestro propio relato podemos buscarlo y quizá encontrarlo. Conozco a quien ha experimentado esto de ver lo que otros no ven. Miren lo que le aconteció: paseaba el hombre por el barrio madrileño de Malasaña y vio a un tipo sin barba hiperpoblada y con unos pantalones que no eran de pitillo. Se frotó los ojos y se acercó para comprobar que era cierto. Y lo era. Vaya un tipo transgresor, pensó, y no se atrevió a preguntarle por algunos asuntos como la tauromaquia o los desahucios no fuera que además de su imberbe aspecto provocador –el muy gamberro y canalla– sus ideas también lo fueran.
Ya ven como en ocasiones las cosas son distintas y sucede el milagro de lo imprevisto. Y se impone la mayoría silenciosa a la minoría vociferante, situación que es casi siempre al contrario según mi amigo granjeño, Félix Montes, en otro tiempo alcalde del Real Sitio, ahora senador. Los menos hacen más ruido que los más y con ello distorsionan lo que en realidad opina la mayor parte de la gente. Es una norma que se cumple en un porcentaje enorme, porque es más sencillo mover la voluntad de un grupo pequeño que de la gran masa.
En Segovia, cuna de tantos asuntos fuera de lo común, puede suceder algo que hasta ahora era impensable; un trebol de cuatro hojas muy majo segoviano como un ‘hipster’ con cuchillas de afeitar. Sí, hay posibilidades de que ocurra. Y anoten una fecha para cuando llegue lo inesperado: el 20 de diciembre. Ese día son las elecciones generales, ya saben, y como siempre el resultado está cantado: dos diputados del PP y uno del PSOE. Así ha sido durante decenios con el aburrimiento generalizado y las ganas de que los comicios sean municipales, mucho más emocionantes y extremos. Cómo somos.
Pero en esta oportunidad puede que salte la sorpresa en La Condomina, campo de fútbol de Murcia en el que, según la frase de la radio, deben llevar años y años de sobresaltos. Y el susto se lo llevarían los populares, atribulados con tantas batallas que solo dejan sinsabores. Perderían uno de sus parlamentarios en el Congreso en favor de los amables chicos y chicas de Ciudadanos, esos que emprenden, gestionan y ¿me entiendes, no? son y ganarán el futuro. O eso dicen.
El resultado sería un 1-1-1, con el consiguiente sinvivir para quien vaya de número dos en el PP, puesto antes más seguro que una oposición a registrador de la propiedad y ahora con el salvavidas en disputa. El afectado o la afectada –que pronto lo sabremos– estará como los aficionados murcianos: con el corazón en vilo. No me cambiaría por él o por ella, que para lo mío tanta emoción me viene regular. Pero vamos viendo, que dirían los correctos y correctas naranjitos y naranjitas.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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