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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Habemus SEMINCI

 

Tras tantas incertidumbres como ilusiones, sobre una alfombra roja de impaciencia y bajo un cielo azul otoño de luz clara, los nervios y las suposiciones por fin han encontrado salida hoy, con una puntualidad castellana y rigorosa, a mitad de tarde en el Teatro Calderón, gracias al trabajo detrás de las pantallas y en favor de las pantallas de las 250 personas involucradas en el festival. Por fin, sí, Habemus SEMINCI.

El hecho mismo de esta constatación supone ya un triunfo. Las palabras de Javier Angulo sobre su falta de excusas, crisis incluida, a las que agarrarse para justificar los posibles errores, de programación o de organización que hubiera podido cometer, demuestran tanta generosidad como admirable estoicismo, pues tras ellas se vislumbra una cadena de dificultades que a cualquiera hubiera arredrado. Y es que no hay más que echar un vistazo al panorama nacional de festivales de cine para constatar que el sacar adelante uno del peso y espíritu fílmico – sí, también del espíritu – de SEMINCI exige, además de los arrestos aludidos, la destreza delicada de un malabarista. Reciente está el anuncio de la suspensión de la Mostra de Valencia >, en palabras de su célebre alcadesa, lo cual puede sucerder dentro de diez años, si termina sucediendo. No hablaremos de milagro, porque la realidad ya está aquí, pero casi.

Pues se trata de una edición que reúne los nombres de Nanni Moretti – primera sorpresa grata del festival para este cronista -, de Zhang Yimou o de Mika Kaurismaki, y eso solo sin salirnos de una Sección Oficial completada por un ramillete de inéditos que se aventuran tan interesantes como aquellos, y que en gran medida son los que dan cuerpo al festival: un festival de cine sin descubrimientos felices es como unas olimpiadas sin sorpresas en el medallero, y por fortuna SEMINCI sigue apostando por los márgenes.

Por supuesto todo este esfuerzo exige una respuesta del público; sin esta, el festival, independientemente de ayudas y presupuestos, de coyunturas económicas y balances, terminará languideciendo como una vela que se apaga. SEMINCI – con todas sus carencias, que sin duda las tiene – está para verse. Es un privilegio anual contar en Valladolid con él, y van 56: el que se lo pierda, que luego no se queje si se el festival se pierde.

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cine, festival

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Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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