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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Machistas con faldas

¡Qué encrucijada! ¿Sobre qué escribir esta semana? ¿Sobre la huelga feminista o sobre el significado del carnaval? La solución perfecta para este dilema salió de los labios del Papa Francisco cuando definió a las feministas como “machistas con faldas”. Yo entendí la expresión literalmente y me imaginé a un hombre disfrazado de mujer. Quizá por contraste, me acordé de la Papisa Juana, o su Santidad el Papa Juan VIII, que se puso de parto, mientras presidía, como Papa que era, una solemne procesión en el Vaticano. ¡Pobre desgraciada! Dicen que la empalaron sin más miramiento ¿Habrá habido más casos de sacerdotes a quienes nunca se descubrió lo que escondían debajo de la sotana? Lo que sí que ha habido desde tiempos inmemoriales ha sido mujeres disfrazadas de hombres, para poder desarrollar oficios no permitidos a las damas. De una de ellas nos da noticia el romance de “La doncella soldado”: “Al montar en el caballo/ la espada se le cayó/ y en vez de maldita sea/ dijo maldita sea yo”. Así es como el rey del romance descubrió lo que ocultaba aquel soldado tan atractivo que le ponía ojitos antes de entrar en la batalla. La Historia está llena de ejemplos semejantes, como la periodista inglesa Dorothy Lawrence, que se hizo pasar por el soldado Denis Smiht para poder cubrir la Primera Guerra Mundial y fue encerrada en un psiquiátrico al ser descubierta. Amelia Robles, conocida como el General Robles, fue una figura clave en la Revolución mexicana, igual que Martina Piera de Agüero, disfrazada de hombre en la Guerra de la Independencia de Cuba. Pero no todas las mujeres travesti a su pesar deseaban entrar en el ejército. Las hubo inclinadas a otras profesiones, como la medicina.  Este es el caso de Stuart Barry, que estudió medicina en Edimburgo disfrazada de hombre y llegó a ejercer como cirujano en el ejército británico, o Enriqueta Faber, que bajo el mismo disfraz acudía a la Facultad de Medicina en la Sorbona. En el juicio que le hicieron cuando fue descubierta, esto fue lo que adujo en su defensa su abogado: “La sociedad es más culpable que ella, desde el momento en que ha negado a las mujeres los derechos civiles y políticos, convirtiéndolas en muebles para los placeres de los hombres. Mi patrocinada obró cuerdamente al vestirse con el traje masculino, no sólo porque las leyes no lo prohíben, sino porque pareciendo hombre podía estudiar, trabajar y tener libertad de acción, en todos los sentidos, para la ejecución de las buenas obras”.  Esta libertad de acción es la que buscaba Concepción Arenal, la primera responsable de que las mujeres podamos votar en España, cuando se presentó vestida con levita y sombrero de copa en la Facultad de Derecho de la Complutense. El disfraz no impidió que fuera descubierta y, por deferencia de un rector menos machista que algunos papas, se le permitiera estudiar la carrera “con faldas”, aunque acompañada en todo momento por un familiar. Sí, muchas mujeres se han camuflado debajo de ciertos disfraces para poder moverse a su antojo en el carnaval de la vida, pero la sustitución de las faldas por los pantalones no las distingue de los hombres desde mediados del siglo XX.  Así que, volviendo a los “machistas con faldas”, ¿no se dará cuenta el Papa Francisco de que las mujeres, incluso las feministas liberales de Ciudadanos y la Sección Femenina de Vox y PP, hace tiempo que llevan pantalones con toda naturalidad? Los únicos machistas con faldas son sus reverendísimas, ¿o es que las monjitas-criadas ya no les limpian bien los espejos del Vaticano, de tal manera que obispos y cardenales no ven con claridad el aspecto que tienen con esas faldas maxis rematadas con encajes y bordados carmesí?

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.