¿Hay alguien que no sabe quién fue Max Aub? Levante la mano con tranquilidad, no es usted el único. Parece que no es el único que desconoce que Max Aub fue uno de los escritores españoles más importantes del Siglo XX, autor de ensayos, poesía, teatro y de las mejores novelas que se han escrito sobre la Guerra Civil, concretamente las agrupadas bajo el nombre de “El laberinto mágico”, verdaderos “episodios nacionales” que poco tienen que envidiar a los de Galdós. Yo los leí desordenados y ni siquiera estoy segura de haberlos leído todos, pues eran libros prohibidos por la Dictadura, que se conseguían difícilmente: Campo del moro, campo de sangre, campo de los almendros… todavía oigo las voces que salen de sus páginas, las discusiones políticas, los diálogos amorosos, el retrato de un mundo en donde la generosidad se debate por sobrevivir al lógico egoísmo de los tiempos difíciles, la esperanza, la decepción, el heroísmo, la mezquindad… En “Campo de sangre”, uno de los personajes discute con un militante comunista y le dice airado: “A veces dais la sensación de ser párvulos”. Algo semejante le hubiera dicho yo a Mateo Feijoo, responsable del cambio de la sala Max Aub por la Sala 11, o a la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid que se lo permitió, seguramente sin saber siquiera quién era Max Aub. Menos mal que Manuela Carmena salió al quite, como la alcaldesa que es. Pero a algunas nos sigue doliendo esa espinita clavada en los más íntimo de nuestros sentimientos, porque desde que leímos a Max Aub a finales de los años sesenta, lo queremos de verdad. Porque Max Aub, que nació en Francia de padres alemanes y vivió desde niño en Valencia, eligió la lengua española como vehículo para expresar su genio literario. Murió, sin embargo, con otra doble nacionalidad, la mexicana y española, pues fue una de las personalidades más relevantes del exilio, de esa España Peregrina de la que habló Bergamín y que es la mejor y más verdaderamente patriota de las dos Españas. Siempre innovador, Max Aub nunca dio tregua a los lectores, ofreciéndonos los frutos más imprevisibles, hasta la edición de “La gallina ciega”, diario de su visita a la España de Franco, en donde no disimula su amargura ante la indiferencia con que son ¿recordados? los que como él, tuvieron que abandonar España por haberla defendido. Fue entonces cuando escribió: “Hay tres tipos de hombre: 1) Los que cuentan su historia, 2) los que no la cuentan, 3) los que no la tienen”. Pues bien, muchos nos oponemos a que cunda la conciencia autista de los que defienden que los españoles no tenemos historia. La tenemos, una historia triste pero muy hermosa, que habremos de contar a nuestros descendientes. Y en ese relato no puede faltar el nombre de Max Aub. Por eso supuso para mí una gran satisfacción haber tenido la oportunidad de incluir en la Exposición de poesía experimental española del MUSAC de León, de la que he sido comisaria junto a otros tres poetas, una muestra de la obra de Max Aub, que también fue vanguardista, cuando lo quiso ser, y no dejó de experimentar con la literatura y con la vida. Por esa y por otras muchas razones que no tengo espacio para referir, no solo una sala del teatro del Matadero lleva su nombre, sino también un asteroide descubierto por Rafael Ferrando, el “asteroide (72827) Maxaub”. ¡Ale!, a leer a Max Aub, jóvenes modernos, que falta os hace –y ya os vais haciendo mayores-.