23-11-2011
Un veinte de noviembre tuvimos las mujeres la oportunidad de votar por primera vez. –esto ya lo comenté en mi columna anterior-. Un veinte de Noviembre murió Franco –sin comentarios, afortunadamente-. Un veinte de Noviembre la derecha obtuvo los mejores resultados de toda la historia de la Democracia –mejor no comentar-. Un veinte de Noviembre murió Javier Pradera – esto sí que merece un comentario-. Lo merece sin duda, desgraciadamente. Recibimos la noticia mientras el mapa de España se volvía azul y resonaban en las calles de Madrid el “Y viva España” y el “Soy español, español, español”, himnos que resumen toda la enjundia que atesoran las nuevas generaciones victoriosas. Nos dejaba Javier Pradera mientras Rajoy, en su balcón, apenas respondía torpemente –eso le honra- a la invitación de que botara para corresponder a tantos como habían votado por él. Y nosotros, espectadores perplejos de escena tan poco gratificante, propia de la España “de charanga y pandereta” que un día creímos definitivamente derrotada, no sabíamos todavía que al día siguiente no tendríamos ni siquiera el consuelo de leer la interpretación de lo sucedido en el artículo de Javier Pradera. ¿Por qué consuelo? Porque incluso en las situaciones adversas consuela el espectáculo de la inteligencia y la honradez, dos ingredientes que unidos son la base de la verdadera nobleza. Y mientras Javier Pradera se moría, la prima de riesgo seguía creciendo, ajena como es ella a todo lo humano, a la victoria y a la derrota, a la vida y a la muerte. Durante tantos años Javier Pradera nos había enseñado a pensar, a opinar… incluso cuando no estábamos de acuerdo con sus conclusiones, incluso entonces nos había enseñado a pensar libremente. Y no solo con la lectura de sus artículos, sino también por medio de la selección de las obras que leíamos en las editoriales de las que fue director: Siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, Alianza Editorial. ¿Qué hubiera opinado el hombre de la reconciliación más generosa –incontrolados republicanos mataron en la Guerra a su padre y su abuelo, ¿no lo sabía?- qué hubiera opinado de la victoria de Bildu en el País vasco, por ejemplo? El título de su último artículo nos da la clave: “Al borde del abismo”. Se lo dictó a su mujer antes de las elecciones, preocupado como estaba por el futuro de los otros. ¿Qué hacemos ahora? , ¿fiarnos de las opiniones que se vierten en twtter, fundamento último de la reflexión política en la actualidad? Sí, algunos nos sentimos huérfanos al borde del abismo, arañándonos los pies con la aspereza del acantilado, sin esa pradera en la que nos tendíamos a descansar, a pensar, a discutir. ¿Hubiera temido Javier Pradera, como lo temo yo, que dentro de unos años un juez español sea sentado en el banquillo por haber intentado investigar los crímenes de ETA, igual que el juez Garzón fue condenado por investigar los crímenes de la Guerra Civil? Mientras, dice que España está al borde del abismo, y que él nos va a conducir hasta un lugar seguro, ¿no es eso lo que dice Rajoy, el Prudente? Sí, eso afirmaba, con otras palabras, mientras Javier Pradera descendía, solo, hacia el fondo de su último abismo. Se le echa en falta, ahora más que nunca. Es una pena.