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De la literatura catalana escrita en castellano

A PROPÓSITO DE ‘OTRA CATALUÑA’, DE SERGIO VILA SANJUAN

En estos años, se ha hablado en ocasiones, menos de las necesarias, de que en el proceso independentista catalán ha faltado el relato de la otra parte, de la que podría poner de relieve la historia común. En ese relato tiene una importancia decisiva la cultura, y Sergio Vila-Sanjuán, uno de los periodistas culturales de referencia en el país, responsable del suplemento Culturas de ‘La Vanguardia’, que combina esta labor con la escritura de novelas y ensayos, viene a cubrir en parte ese vacío con su último libro, ‘Otra Cataluña’, en el que repasa seis siglos de cultura catalana en castellano, la que la mirada interesada del nacionalismo miope ha intentado minimizar, cuando no ocultar por completo.

Vila-Sanjuan traza el mapa cronológico de la historia de la literatura catalana en castellano que comienza con Enrique de Villena (1384-1434), “último superviviente por línea directa masculina y legítima de los primeros condes de Barcelona” y su ‘Arte de trovar’ y concluye con una serie de autores contemporáneos desde Eduardo Mendoza a Salvador Pániker, en un capítulo en el que hace una selección necesariamente restringida, como él mismo advierte, de algunos de los escritores con más prestigio y en la que figuran nombres incontestables como, además de los citados, Enrique Vila Matas, Eugenio Trías o Esther Tusquets.portada_otra-cataluna_sergio-vila-sanjuan_201806261227

Como si de una crónica periodística se tratara (el propio autor ha calificado el libro como ‘crónica introductoria’ y en ese sentido son importantes las citas bibliográficas situadas al final de cada capítulo que invitan a profundizar en este viaje) Vila-Sanjuán expone y documenta los ‘hechos’, en este caso la rica producción literaria de autores catalanes en castellano a lo largo de seis siglos y desmiente la afirmación tantas veces repetida por el nacionalismo de que el uso literario del castellano en Cataluña fue siempre una imposición externa, (sin dejar de reconocer lo obvio, la represión que sufrió la lengua catalana durante el franquismo) como no lo fue tampoco desde el punto de vista de la edición. En el capítulo ‘Barcelona, capital editorial’ el autor se pregunta de dónde arranca el hecho de que la ciudad sea “la capital editorial de los países de habla hispana”, una vocación que toma forma en el siglo XVI, y cita al historiador Manuel Peña Díaz, autor de una ‘Historia cultural de la Barcelona del Quinientos’ que afirma que “La castellanización de la cultura catalana en el siglo XVI no fue impuesta desde el exterior. Fue fruto de los intereses crematísticos de los impresores y libreros barceloneses que imprimían y distribuían libros en castellano para poder competir en el mercado español”.

Al mundo editorial volverá en el siglo XX para referirse a las distintas ‘galaxias’ que pusieron a Barcelona en el centro de la edición en español (las editoriales Destino, Planeta, Barral, Bruguera…) y a sus autores de referencia.

El mero relato de los acontecimientos sirve para iluminar el pretendido lado oculto de la luna, oculto no por falta de relevancia sino por intereses políticos ejemplificados en unas declaraciones de un director general de uno de los gobiernos de Pujol acerca de que la cultura catalana en castellano “es fruto de una anormalidad y una excepcionalidad que no se deberían consolidar”.

Para contradecirlo están a lo largo de la historia las obras de figuras señeras y de tan distinta condición como Juan Boscán, Jaime Balmes, Federica Montseny, Eduardo Marquina o Ignacio Agustí, junto a otros menos conocidos y lejanos en el tiempo como Estefanía de Requesens o más recientes como Piferrer autor del primer volumen de la célebre obra ‘Recuerdos y bellezas de España’.  Ya en nuestros días, nombres como Carmen Laforet, Ana María Matute, Jaime Gil de Biedma, los Goytisolo o Juan Marsé ejemplifican a esos autores que por el hecho de escribir en castellano no pueden considerarse menos catalanes (¿lo serían paradójicamente los integrantes de la llamada Escuela de Barcelona y su brillante lugar en la poesía reciente española?), y que coexisten con otras figuras incontestables de nuestras letras como Manuel Vázquez Montalbán o Pere Gimferrer que han desarrollado su obra indistintamente en catalán y castellano.

Vila-Sanjuán no solo se ocupa en este viaje de los géneros ‘clásicos’ de la literatura, sino que amplía necesariamente el foco hacia las escrituras del yo, los ensayos históricos o los tratados filosóficos y morales. Tampoco olvida algunos fenómenos literarios que han tenido mucho peso en la cultura española y que, de alguna manera, se relacionan con Cataluña, desde los capítulos barceloneses de El Quijote al ‘boom’ de la literatura hispanoamericana, con muchos de sus autores afincados en Barcelona, pasando por un hecho menos conocido como la iluminación de Ignacio de Loyola en Manresa y su retiro cerca de Montserrat, donde comienza a escribir sus ‘Ejercicios espirituales’.

Estamos ante una obra que aúna erudición y divulgación, que calificaría de necesaria si no fuera un adjetivo demasiado manido últimamente. El libro se estructura en torno a breves capítulos que arrojan luz sobre los hitos principales de las distintas etapas de la literatura catalana en castellano y que hacen aún más amena la lectura, junto a las ya citadas reseñas bibliográficas que son una invitación a seguir profundizando en un conocimiento sin duda apasionante para letraheridos.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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