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Cultura, nada más

Hay proyectos culturales que me devuelven la confianza en los proyectos culturales. Por muchas razones. Por ejemplo, porque saben crecer sin perder pie, sin olvidar sus objetivos, sin desvirtuarse. Lo que no quita para que puedan evolucionar, desarrollarse, en definitiva, crecer sin morir de éxito.
Pensaba en ello recientemente, en la fiesta de aniversario de la editorial La Uña Rota. Veinte años. Quién iba a decir entonces, cuando surgió como una modesta locura de cuatro amigos locos por los libros y el teatro que veinte años después no solo estaría viva sino creciendo, ocupando un lugar respetado entre las editoriales ‘diferentes’, ente las editoriales sin más. La Uña Rota encontró su sitio y los cuatro amigos que la impulsaron desde la periferia de Madrid (para añadir más dificultades, más rarezas, el proyecto partía de Segovia) no solo siguen compaginando esta labor editorial que les apasiona con los trabajos que les dan de comer, sino que ¡siguen siendo amigos! Rodrigo González, Mario Pedrazuela, Arcadio Mardomingo y Carlos Rod continúan al frente del artefacto. Juntos han conseguido un catálogo en el que figuran nombres como Angélica Liddell (atención, está a punto de salir de imprenta el último texto de la dramaturga), Juan Mayorga (a quien, entre otros títulos, publicaron su obra reunida), Rodrigo García (la edición de sus ‘Cenizas escogidas’ fue uno de los hitos del sello…) Esto por la parte teatral, pero también Herman Melville, Antonio Valdecantos, Joseph Conrad, Graham Green… siempre buscando textos con ese punto de rareza, de originalidad que conforma su personalidad. Una de sus más atractivas colecciones es la llamada Libros inútiles, donde te puedes topar con Samuel Beckett o Kenneth Goldsmith y donde el adjetivo inclasificable sería el único que podría clasificarlos.
Pero hay más locos en el mundo de la cultura, no todo va a ser precariedad intelectual o de la otra. Y cuando no se me había quitado el buen sabor de boca de la fiesta de aniversario de La Uña Rota, asisto a otra celebración que te hace creer en el futuro de la lectura. Esta vez los anfitriones eran el equipo de Páginas de Espuma, el sello editorial que desde 1999 está empeñado en elevar a la primera línea de la relevancia literaria al género del cuento. También recuerdo como si fuera hoy cuando Juan Casamayor me contó el proyecto de publicar los cuentos completos de Anton Chéjov, una aventura con la suficientes dosis de locura y riesgo para una editorial ‘independiente’. Hoy varios años (tres si contamos desde la publicación del primer tomo, más si tenemos en cuenta cuándo empezó a gestarse el proyecto) y aún más de cuatro mil páginas después, los seiscientos cuentos que hoy por hoy se pueden considerar todos los que escribió el autor ruso están en una edición en cuatro volúmenes que aportan no solo nuevas traducciones (de algunos cuentos las primeras que ven la luz en nuestro idioma) sino una visión global de su obra, de cómo la fue construyendo y cómo evolucionaba el autor con respecto a su trayectoria.
Y todo ello gracias a la labor de Paul Viejo, traductor y alma mater del proyecto, cuya pasión por la criatura te devuelve la confianza, insisto, en las empresas culturales de verdad. Porque de eso hablamos, de cultura. Nada más. Y nada menos.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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