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Palabras impunes, oídos inmunes

Mi curiosidad bloguera me lleva hasta Gonzalo Fanjul y su blog contra la pobreza en el mundo y leo un titular que me produce un escalofrío: ‘Cuatro millones de mujeres desaparecen cada año’. Un poco más abajo, y por aquello de la exactitud periodística, da la cifra exacta: 3.882.000.
Son las mujeres que en países en vías de desarrollo, sobre todo en China y en el África subsahariana, no llegan a cumplir los cinco años, o mueren de sida por falta de tratamientos o se desangran al dar a luz en condiciones infrahumanas.
No es que me sorprenda. De vez en cuando se repiten las noticias sobre las mujeres secuestradas o asesinadas en México, sobre las niñas que ni siquiera llegan a nacer en China, de la pobreza a la que están destinadas tantas mujeres en los países supuestamente desarrollados, de la explotación sexual de las menores… Pero hoy, cuando estoy a punto de escribir esta columna, el titular se me queda enganchado sin que pueda aplicarle esa profesional relatividad con la que nos vamos defendiendo al recibir las grandes malas noticias, esas sobre la hambruna en Somalia, o sobre las condiciones extremas en las que se desarrolla la vida en los campamentos saharauis, o…
Hoy sencillamente no puedo con esa noticia porque es demasiado. Hoy no. Llevo todo el día pensando en que vivimos un mundo irreal. Había escuchado por la mañana a nuestros próceres en la última sesión de control al Gobierno en el Congreso y me daban escalofríos. No sé a quién se le ocurriría aquello de que a las palabras se las lleva el viento, porque sin saberlo hizo un flaco favor a nuestra democracia. Nuestros políticos de uno y otro signo se lo han aplicado con fe, olvidando que existen grabaciones de los periodistas y actas oficiales donde sus palabras quedarán para la posteridad y los historiadores tendrán que apechugar con esos mensajes y tratar de equilibrarlos con la verdad. ¿A quién le importa la verdad? La vida pública convertida en un teatro donde lo que menos se busca es un análisis certero de la situación y sus posibles salidas y lo único con valor de mercado son mensajes arteros, malintencionados o a la defensiva. Palabras impunes para oídos inmunes. ¡Y todavía nos queda una campaña electoral!
Pero hay realidades sobre las que no caben las interpretaciones interesadas. Ya se sabe del estilo de «un millón de personas según la organización, 50.000 según fuentes oficiales». ¿Y la verdad? No. Aquí no se pueden maquillar las cifras.
Cuatro millones de mujeres desaparecen cada año en el mundo. Estas cifras no se disimulan porque en el fondo no hay nadie verdaderamente interesado en el asunto. Nadie con poder para cambiar las cosas, digo. Al fin y al cabo son mujeres, son pobres, están lejos, no influyen en el índice Dow Jones, ni en la calificación de la deuda de los pobres-países-desarrollados.
Mientras tanto aquí seguimos con nuestra comedia. En el gallinero se empieza a escuchar un rumor de protesta pero mucho me temo que será apagado por los focos y una brillante puesta en escena.

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Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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