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El autobús es para las mujeres

Leo que en Guatemala han tenido que habilitar líneas de autobuses urbanos solo para mujeres, con tal de protegerlas de los ataques de las bandas criminales masculinas que aprovechaban su vulnerabilidad para abusar sexualmente de ellas. Me alegro por su tranquilidad pero, para quienes aspiramos a que llegue un día en que los hombres y las mujeres se relacionen por fin en pie de igualdad, no deja de ser una malísima noticia. Aquí, atendiendo a no sé qué razones, algunos colegios pretenden volver a la antigua segregación entre niños y niñas. Y pienso melancólica en cuantos pasos atrás da la humanidad para seguir avanzando…
Yo voy mucho en autobús. (También en taxi, pero esa es otra historia). El autobús, sobre todo cuando cruza de parte a parte la ciudad, es entretenido. Te da tiempo a leer, a observar el comportamiento más o menos cívico de tus compañeros de viaje, a enterarte aunque no quieras de lo mal que se llevan algunas familias gracias al relato en alta voz de un pasajero con móvil, a saber –¡ay! – con qué frecuencia se duchan, a comprobar con temor para tu integridad física cómo una buena parte de los conductores olvida que transporta material sensible (muchas personas mayores) a tenor de la alegre sucesión de acelerones y frenazos que prodiga durante el recorrido…
Últimamente, además, he hecho un curioso descubrimiento. En el autobús urbano las mujeres somos mayoría. Caí en la cuenta un día en que esa mayoría era aplastante y desde entonces no me concentro en la lectura, ocupada como estoy en hacer una estadística de viajeros en función de si son hombres o mujeres. Y siempre el mismo resultado. Las bicicletas son para el verano, pero el autobús es para las mujeres.


Supongo que no debemos atribuir el fenómeno a una mayor conciencia ecológica o de uso racional del coche por parte del sexo femenino. Más bien tendrá que ver con que todavía hay más hombres que mujeres al volante y al menor nivel económico de estas. Si en una unidad familiar hay un solo coche, este lo usará quien todavía ostente el anticuado título de cabeza de familia. El padre, digo.
Otro fenómeno curioso es la escasez de ejecutivos. (También de ejecutivas, pero a estas se les nota menos, dado que visten con más variedad). Hace años –unos cuantos– me llamaba la atención la cantidad de ejecutivos que en Londres viajan en Metro. Señores trajeados y no con uno de esos trajes de pasar el expediente obligatorio de la empresa, sino de esos que gritan a los cuatro vientos la marca y la pasta gansa que desembolsó su dueño. Se subían en la ‘city’ para llegar a las urbanizaciones del extrarradio, a los ‘docklands’ y sitios así. A mí esos señores ‘de oscuro y portafolios’ en un medio de transporte tan democrático me parecían un signo de modernidad y progreso. Aquí falta aún para eso y solo la crisis podría hacer varias las costumbres.

En el autobús viajo con muchas mujeres mayores. Me produce ternura verlas hacer equilibrios sobre sus primorosos zapatos.

(Publicada en la columna de opinión ‘Días nublados’ el jueves 23 de junio de 2011) En la fotografía de Gregory Bull, un autobús para mujeres en México

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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