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Internet y yo

Voy con retraso. El pasado lunes se celebró el Día de Internet y desde la comunidad bloguera de EL NORTE se nos invitó a comentar la fecha. Recojo el guante, en este espacio que es mi nexo entre la columna y el blog.
Internet… Ese invento que ha cambiado nuestras vidas (sí, puede sonar pomposo, pero las ha cambiado de alguna manera y no sabemos todavía hasta qué punto). Como me suele ocurrir con otras cosas de la vida, mantengo con el invento en general, y hasta con mi blog en particular, una extraña relación de amor/odio. Sí. Yo soy yo y mis contradicciones. Me ocurre que no comparto ese entusiasmo generalizado que veo a mi alrededor acerca de la red de redes. Por supuesto, soy consciente de sus ventajas y la prueba es que hace un par de semanas, en esta misma columna, rendía homenaje a Judith Torrea y su blog-denuncia de lo que pasa en Ciudad Juárez. No es el único ejemplo, en situaciones de falta de libertad de expresión la Red es un cauce abierto a la información. No verlo sería como cerrar los ojos a los avances de la medicina o la ciencia.
La herramienta es buena, de acuerdo, pero parece una perogrullada decir que lo que importa es la mano que la use. Mejor dicho, el cerebro que la ponga en marcha. Y aquí empiezan los problemas. En la Red hay mucho descerebrado sin control extendiendo basura sin que se hayan establecido todavía los mecanismos necesarios para controlar los abusos. Es una asignatura pendiente también en los medios informativos, que no ven la manera de combinar el lógico deseo de congregar en sus páginas la máxima audiencia con el respeto a las normas que han sido siempre sacrosantas en periodismo. (Y que deben seguir siéndolo, aunque parezca que hay un cierto relajamiento generalizado.) Ahora mismo cualquier desaprensivo parapetado detrás de un seudónimo absurdo, es decir, de forma anónima, se puede permitir el lujo de insultar y de faltar a las más elementales normas de convivencia a veces con impunidad y a veces sin ella, aunque en estos casos la reacción llega tarde y el mal está hecho, pues uno de los puntales de este nuevo medio de comunicación es la velocidad exponencial a la que viaja lo bueno y lo malo, lo útil y lo fraudulento.
¿Se acuerdan de aquel vídeo que retransmitieron las más presti giosas cadenas de televisión de todo el mundo cuando el terremoto de Haití y que supuestamente estaba realizado ‘in situ’ por un bloguero intrépido? Cuando se descubrió que era falso había recorrido el mundo entero varias veces. ¿Estamos más informados, somos más cultos, desde que existe Internet? Me tengo que no. No hay tiempo de reflexión y, sin una formación humanística de base, toda esa supuesta información se convierte en ruido. No se puede procesar. No hay perspectiva. No quiero ser aguafiestas. Me gusta el blog como una ventana abierta y agradezco de corazón a la gente que comenta mis artículos (aunque no lo pueda decir siempre), que al fin y al cabo pertenecen a una materia que no suele provocar grandes polémicas, pero, aunque sean pocos, estarán solo aquéllos que se ajusten a las normas que la educación y el respeto imponen. Faltaría más.

(Publicado en la edición impresa de El norte, en la columna de opinión Días nublados del 20 de mayo del 2010)

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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